sábado, 15 de mayo de 2010

mas alla del corazón

Eran tiempos difíciles para el nuevo mundo, los españoles nos habían estado gobernando, era tierra entre fuego y lágrimas. Los negros llegaban y eran mercancía y burla. Pero así como hay guerra hay amor, un amor prohibido, en el que solo el Amor los une, pero el pensamiento y las clases los separan. Un amor como Shakespeare quiso para Romeo y Julieta.
Cuando empezaron a llegar los españoles, se fueron distribuyendo a lo largo del nuevo mundo dependiendo como era la tierra. Dentro del grupo de españoles que llegaron a las tierras del noroeste del continente sur americano, llegó una familia pudiente, la familia Muxella. Era una familia de mucho dinero, el señor era el conde Francisco de Muxella, a quien el rey le había encargado algunas tierras. La familia estaba integrada por María de Muxella, la esposa del conde, una señora de trajes extravagantes y que siempre quería encajar a la gran sociedad, era de cara y cuerpo muy fino, cuando era joven era muy deseada por los hombres, siempre se maquillaba su rostro con colores pasteles, le quedaban raros ya que era muy blanca, de ojos azules y de estatura alta, muy delicada en su forma de actuar, y muy perezosa al trabajar. Estaba su hija mayor, Antonia de Muxella, era muy parecida a su madre tanto física como interiormente, era blanca, de ojos azules y estatura mediana, con rasgos y facciones muy finos, se vestía y se maquillaba igual a su madre, solo que ella era más activa para el trabajo y a veces se escabullía para trabajar con los esclavos de su padre. La hija menor, Amelia, se parecía mucho a su padre, era blanca, de ojos verdes al igual que su padre y estatura alta al igual que su madre, era muy rebelde y muy egoísta, odiaba a los esclavos y siempre hacia algo para que su padre los castigara, al igual que su madre no le gustaba trabajar y siempre buscaba una excusa para no hacer sus deberes. A la semana que la familia Muxella llego a casa el virrey les mando tres escalos a cada uno y más los que había en la casa completaban un total de treinta esclavos trabajando.
Antonia desde niña siempre había sido muy exploradora, y le parecían fascinantes las tierras, tenía varios matices de verdes la tierra, que parecía nunca terminar su belleza, tenía un sol amarillo, de ese amarillo que te deslumbra en un segundo, era la tierra perfecta, la tierra que Dios alguna vez le quito a Adán y a Eva y se las había devuelto a los indígenas, era el paisaje más maravilloso que cualquier persona podría haber visto.
Antonia para poder conocer mejor estas tierras, llevo a uno de sus esclavos que se veía que era de allí. Su nombre era Newén, significaba fuerza y energía, era de piel color trigueño, de ojos saltones y negros y de estatura alta, se veía en apariencia muy fuerte, pero interiormente era tímido. Newén le explicaba a Antonia cómo funcionaba todo en sus tierras, y le explicaba los hechos más importantes de la historia de su pueblo mientras iban pasando por el gran paisaje. Antonia empezó a hablar más con él y a compartir secretos familiares, y así en una tarde se convirtieron en amigos.
El conde no sabía que Antonia había salido a conocer su nuevo hogar y mucho menos que hubiera ido con Newén. Cuando Antonia y Newén llegaron del paseo, el conde le grito a Antonia muy fuerte, y a Newén le pegó fuertemente y lo mandó al calabozo. Esa noche Antonia sintió culpa y tristeza ya que pensó que todo había sido culpa de ella, así que salió antes de que saliera el sol hacia los calabozos a hablar con Newén. Antonia le pidió disculpas a Newén por lo que había pasado y Newén le dijo que no se tenía que preocupar de nada, que el culpable había sido él. Hablaron como dos buenos amigos que nunca se había separado hasta que salió el sol. Luego de esto Antonia decidió visitar todos los días a Newén antes de que saliera el sol, y hacerle sentir que ella siempre iba a estar con él. Newén estuvo dos semanas en el calabazo. Antonia le pidió a su padre que Newén siguiera siendo su esclavo, y el conde no se lo pude negar ya que él era uno de los tres esclavos que el virrey le había regalado, Antonia al saber esto sintió una felicidad que nada, ni nadie se la podía quitar con una mala noticia.
Antonia salió con Newén al patio trasero de la casa, se sentaron en un sillón que estaba en frente de la ventana del cuarto de Amelia. Antonia se sentía molesta cuando no tenía nada que hacer, así que mientras Newén estuve en el calabozo, Antonia tejía una ruana, que era una manta para cubrirse del frio. Mientras Newén y Antonia hablaban en el patio Antonia iba tejiendo su ruana. Cada vez le rendía mas tejer la ruana. Duraron una hora hablando en el patio hasta que María llamo a Antonia para ir a la misa diaria. Cuando se estaban parando de la silla, soplo un viento fuerte, el cual hizo que la ruana de Antonia saliera volando. Newén y Antonia salieron corriendo tras la ruana. Cuando la ruana cayó al suelo, los dos la recogieron al mimo tiempo y se fueron levantando lentamente, y de repente los labios de Antonia quedaron sobre los labios de Newén. Los dos sentían latir su corazón al mismo tiempo, pero también sentían un sudor frio en todo el cuerpo.
Antonia, asustada por lo que podría pasarles a ambos quito sus labios y salió corriendo a ver a su madre. Cuando llego a su habitación Amelia le conto a Antonia lo que había visto, Antonia le pidió a Amelia que no contara lo que había le pasado a sus padre, porque su padre podría darle pena de muerte a Newén y a ella la podía desheredar. Amelia le prometió que no le contará nada a su padre, pero sin embargo alguien más había visto lo que sucedió. El conde se entero días más tarde de lo sucedido con su hija Antonia y Newén, y de inmediato llamó a Antonia. Su padre le conto lo que le habían contado (que la fuente no venía de Amelia) y le pregunto a Antonia que si era verdad que ella y Newén se habían besado. Antonia le fue sincera a su padre y le afirmo lo que le habían contado. Antonia sabía lo que su padre le podría hacer a Newén así que le pidió que no lo decapitará y no lo pusiera en la orca. Que hiciera lo que quisiera con ella pero que a Newén no le pasara nada. El conde que ante Dios y ante la ley española era un hombre justo, miro la piedad de su hija y le dijo que no le iba a ser nada ni a ella ni a Newén pero el conde le dijo a Antonia que tendría que devolverse a España. Antonia con una tristeza profunda acepto lo que su padre le pedía.
Newén se enteró de que Antonia se iba a ir para España, así que la llamo y le entregó una carta en la que le expresaba que ella había sido la luz que la cueva oscura en la que él estaba. Antonia al leer esta carta salió llorando de donde estaba sin decir nada a Newén. El día en que se iba a ir para España, Antonia fue hasta el cuartó donde estaban las hamacas de los esclavos, cuando llego allí no vio a Newén así que salió, cuando Antonia estaba saliendo del cuarto Newén entraba. Antonia le dio a Newén la ruana que estaba tejiendo unas semanas antes, le dio un beso a en la mejilla y sin decir ni una palabra se fue.